martes, 9 de octubre de 2018

Reinaldo Solar y los que se quedaron. Dr. Reinaldo Rojas.

De las obras de don Rómulo Gallegos, Reinaldo Solar es la novela que trata la fuga de los venezolanos y al releerla parece que sus personajes le hablan a la Venezuela del presente.
 
Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla. 
El tema de la crisis vuelve a poblar nuestro imaginario, pero siempre, como algo extraordinario, ajeno a nuestras actuaciones. Es una palabra que se usa sin detenernos muchas veces en reflexionar acerca de su significado. El problema de fondo no es, pues, la situación de crisis sino cómo la asumimos, la entendemos y tratamos de superarla. 

De las obras de don Rómulo Gallegos, Reinaldo Solar es la novela que trata la fuga de los venezolanos, y al releerla parece que sus personajes le hablan a la Venezuela del presente. La familia Solar tiene un antes y un después, como el país. Un antepasado heroico, de conquistadores, fundadores de pueblos, héroes y próceres de la independencia. Hombres fuertes y normales, “hasta mi abuelo”, dice Reinaldo en su autobiográfica novela. ¿Y el presente? Un brusco estancamiento. Tíos desorientados y un padre que es una mezcla de artista y de místico fracasado. Lo enviaron a Europa a estudiar música y al regresar al país, como nadie lo entiende, se aisló y se entregó “a la morfina y a la teosofía”. 
Huyó hacia adentro. 

Desorientado por la crisis 
Reinaldo es el venezolano políticamente desorientado por la crisis y desaparición del poderoso movimiento liberal del siglo XIX, consumido por la traición, la corrupción y la guerra, que terminó en la dictadura de Juan Vicente Gómez, a quien Manuel Caballero llamó el tirano liberal. ¿Un contrasentido? Reinaldo Solar, con el título de El último Solar, fue escrita en 1913, año en que comienza a asomarse el rostro represivo, tiránico y militarista del gobierno que preside el general tachirense, a partir de su ruptura con el Consejo de Gobierno, que adversa su intención continuista, y la inauguración de La Rotunda como cárcel política, con el confinamiento por catorce años del general Román Delgado Chalbaud, por conspirar contra el gobierno. 

En aquel clima político, a la crisis económica que nos viene de la guerra se suman las epidemias de fiebre amarilla, peste bubónica y viruela que desde 1912 azotan a Caracas y sus alrededores. En aquel ambiente hostil, el escritor redacta su novela, publicada en 1920, cuando contaba con 36 años de edad. Gallegos era entonces director de la revista Actualidades y había iniciado su carrera de educador en el Colegio Federal de Varones de Barcelona y luego en el Colegio Federal de Caracas, futuro Liceo Andrés Bello. 

En aquella Venezuela menguada, Reinaldo era uno de esos jóvenes ansiosos de conquistar el porvenir. Pero en esa búsqueda, al mirar hacia atrás, no encuentra nada. No hay tradición de la cual partir. Y es que el venezolano, como no conoce su historia, prefiere comenzar de cero. El diálogo entre Reinaldo y sus amigos es sobre la falta de tradición literaria en Venezuela. Y llegamos al capítulo de las acciones a tomar. 

Emigrar
“Es necesario emigrar”, es la consigna. “Lo decía el bracero sin oficio, el industrial y el comerciante que se afanaban en un trabajo ímprobo, el capitalista que veía en peligro su hacienda, el intelectual que atesoraba los más puros valores espirituales y vivía temeroso de encontrar un día violentada y prostituida su riqueza”. Y Reinaldo es el más vehemente en la necesidad de la fuga. Libre de la tutela de su casa, renunciaría a todo lo que poseía para luchar entre extraños. Aventurero sin sombra y sin fortuna, no lleva más ventaja que su inteligencia. Pero, ¿por qué huir? Se trata –dice uno de los personajes– de la teoría de la fuga que no es nuestra ni es de ahora, aunque es tan vieja como la nación. Es una forma de patriotismo negativo. Sólo se manifiesta en renuncia o en despedida. 

Ficción
¿Y por qué se van? Responde el otro. “Sencillamente, porque aquello es lo fantástico y esto lo real”. Vivimos como los conquistadores, de la eterna expedición a El Dorado, ficción inventada por el indio para perder al español. Nuestra fuga fue hacia Europa. Hoy es a Estados Unidos o a cualquier parte de América Latina. ¿Amor a la aventura, incapacidad para la labor rutinaria y pequeña de todos los días? 

Y este es el otro mensaje de Gallegos. “Somos incapaces para la obra paciente y silenciosa. Queremos hacerlo todo de un golpe; por eso nos seduce la forma violenta de la revolución armada. La incurable pereza nacional nos impulsa al esfuerzo violento, capaz del heroísmo, pero rápido, momentáneo.” Vivimos en una eterna encrucijada. Y el que se queda nos deja este mensaje: 

“Creo que nuestro deber está en quedarnos aquí, para sufrir con todo el corazón la parte que nos corresponde en el dolor de la patria, para desaparecer con ella, si ella perece; para tener la satisfacción de decir más tarde, si ella se salva y prospera: yo tengo derecho a este bienestar porque lo compré con mi dolor”. 

enfoques14@gmail.com

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